En una taberna sevillana, decorada con carteles típicos de los festejos taurinos, con muebles de madera y esparto como los que se suelen encontrar en estos lugares, García Ramos refleja a tres personajes. En el plano principal, se encuentra una bailaora vestida con el traje folclórico sevillano. Tiene un mantón de manila decorado con motivos florales y la falda de volantes, y el cabello adornado con flores.
En medio, sentados, una mujer vestida con el mantón típico en color amarillo, y un abanico abierto decorado con detalle. A su derecha, un hombre tocando la guitarra y cantando. Se trata de una escena típica y costumbrista de la ciudad de Sevilla en el siglo XIX.