La virgen, con el Niño Jesús en su regazo, aparece flanqueada por dos ángeles músicos. Aunque concebida según los cánones propios de la pintura flamenca, María posee el cabello oscuro y su figura destaca poderosamente por el forjo intenso de su túnica. Sirve de asiento a Jesús, representado éste en una actitud muy naturalista, como un niño que juguetea con el rosario de coral que lleva colgado la cuello. Los ángeles músicos cierran la composición, formando un semicírculo que cobija a las figuras centrales; ambos visten hábito religioso y su gesto de concentración es muy adecuado para la ejecución musical. La escena, a modo de Sacra Conversación, se desarrolla ante el fondo de un paisaje cálido y minuciosamente descrito, iluminado por el sol poniente.